La arepa: delicia de Venezuela para el mundo

14 septiembre, 2019

Nuestro símbolo gastronómico por excelencia es reflejo de nuestra historia e identidad

Texto: Renny Marrero/Fotos: Referenciales/Prensa IABNSB /14/09/019

Este 14 de septiembre es el Día Internacional de la Arepa,  y es que este plato tradicional ha trascendido nuestras fronteras como un referente de venezolanidad allende donde se encuentre un hijo de esta tierra; por eso desde hace 7 años y por iniciativa surgida en redes sociales, cada segundo sábado de septiembre se celebra ‘‘El Día Internacional de la Arepa’’. Así, compatriotas radicados en lugares tan distantes como Dinamarca, Suiza, Japón y Hawai se reúnen a degustar este manjar criollo convertido hoy en nuestra más querida y apetecible embajadora. Conozcamos un poco de su historia.

Nuestros abuelos se comían al sol

Según el académico venezolano Mariano Picón Salas la palabra arepa deriva de ‘‘Erepa’’ vocablo indígena de la etnia caribe Cumanagoto, ubicada hacia el centro-oriente del territorio de lo que más tarde sería Venezuela, esa palabra significaba maíz, pues era a base de este cereal o gramínea que se cocía la masa con que la elaboraban sobre piedras.

El más antiguo referente sobre la arepa lo ofrecen las crónicas del italiano Galeotto Cei recogidas en “Viaje y descripción de las Indias” (1539). Estas señalan que los habitantes de aquellos paradisíacos paisajes “Hacíanse una suerte de tortilla o pan, redondas y gruesas como un dedo y las cuecían (sic) untando grasas en un como tipo de tortera plana para que no se pegasen, algunos le llamaban arepes y otros feteguas”. Del pasaje anterior, transcrito respetando el castellano de la época, podemos deducir que esa “tortera plana” no es otro que el Budare, herramienta indispensable en el arte de cocinar la arepa.

También el franciscano Pedro Simón en su reláfica sobre Tierra Firme aseguraba que los aborígenes daban gran importancia a ese alimento con forma de disco solar: ‘‘Repartían tres a cada comensal y sentábanse en círculo a comerle silenciosos’’.

Prestemos atención al comentario sobre la descripción de la arepa: “forma de disco solar”. Si bien hoy nos causa horror o burla una arepa cuadrada, para Bernabé Cobo, el tercer cronista que hemos de citar, en la preparación y hasta en la forma de la apetitosa arepa se escondía un ritual: “El budare es como una piedra o arcilla de sacrifico para el rito de ese primer pan que toman en la mañana, pan este con forma de disco solar que es levantado con ambas manos hacía el horizonte y después palmeado varias veces por quien lo prepara”.

Quizás en ese supuesto ritual el cronista vio una remembranza a la eucaristía católica, no olvidemos que la imaginación de los viajeros de Indias signó la imagen que de nuestros antepasados quedó estampada en la historia que nos impusieron. Lo cierto es que, hasta hoy, palmear la arepa para saber si está lista forma parte de nuestras costumbres en torno a un manjar que el propio Mariano Picón Salas vio como algo más que un simple disco: ‘‘Como si en ella las nobles razas que la crearon quisieran venerar a ese primero y más visible Dios que calienta la tierra’’.

En todo caso no deja de ser romántico y hasta significativo el creer que así fuera, que en aquella circunferencia de masa de maíz nuestros abuelos tuvieran presente al sol como deidad vivificadora. El maíz fue originalmente cultivado por los pueblos indígenas mexicanos, quienes le denominaban ‘‘Mahis’, que significaba literalmente ‘‘Lo que sustenta la vida’’.

…Y nosotros la traemos bajo el brazo

La arepa, más que un plato, ha pasado a formar parte de nuestra cultura popular. Tan significativa es en nuestras vidas que incluso existe un refrán que asegura que “En Venezuela cada muchacho viene con su arepa bajo el brazo”, augurando que tendrá mucha suerte.

Por otra parte, ante una situación económica precaria es común oír decir que ‘‘La arepa está cuadrada’’ o ‘‘La arepa está dura’’. Nunca falta además el que calle ante lo injusto o evidente por tener ‘‘Un bozal de arepas’’, pero el término puede desagradarnos aún más cuando se juntan gastronomía y béisbol (otra de nuestras pasiones) pues a nadie le agrada que venga el Magallanes y le haga comerse 10 arepas a su equipo favorito. Definitivamente la arepa está en todo, pero, ¿cómo fue que llegó a popularizarse hasta convertirse, (con el perdón de los amantes del pabellón) en nuestro plato típico por excelencia?

Hoy es súper sencillo hacer una arepa, pero desde los tiempos de la colonia, hasta la década de los setenta en pleno siglo XX su preparación era bastante engorrosa: había que hervir el maíz con cal o ceniza, pelarlo y ablandarlo, lavarlo, desconcharlo y quitarle el olor a lejía, molerlo y finalmente amasar para llevar al budare.

Todo eso cambió con la llegada de la harina de maíz precocida que hoy conocemos y que fue inventada por un ingeniero mecánico venezolano llamado Luis Caballero Mejías, su invento popularizó y aceleró el consumo de la arepa

Todos para una y una para cada quien

Una viuda, una pelúa o una reina pepeada (bautizada así en honor a la Miss Mundo Susana Duijm) podían definir el estatus social del comensal de aquella Venezuela que nos describiera el periodista e investigador Óscar Yanes, una de las voces mejor documentadas sobre el devenir histórico de la arepa y su significancia social, como lo plasmó en uno de los muchos episodios del programa televisivo ‘‘Así son las cosas’’ que dedicara a la arepa y en los que, vale la pena acotar, señala que la fama de este manjar se originó en nuestra ciudad capital, por lo que la arepa, no solo es venezolana sino caraqueña.

Fue por allá, por 1955, en un famoso local de Sabana Grande donde los hermanos Álvarez instalaron la primera ‘‘Arepería’’ en la que se comercializaron estas presentaciones de nuestro más querido platillo y a la que un buen día se presentó Luis Caballero Mejías con su revolucionario invento, de ahí en adelante lo demás es historia.

Desde entonces nombres como la catira, la sifrina y la dominó forman parte del argot gastronómico venezolano y venezolanista que nos acompañarán más allá de las fronteras, y a los que la creatividad ha ido agregando otros como ‘‘La tumba rancho’’, ‘‘La vergataria’’ y la ‘‘Vuelve a la vida’’, cada uno con inigualable sabor criollo. Por eso, no importa a donde vayamos, siempre diremos lo mismo: Que la mejor hayaca es la de nuestra mamá y que el mejor desayuno del mundo, sin dudas, es la arepa. ¡Buen provecho!

                  

 

 

 

 

 

 

 

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