Leopoldo Gutiérrez: Mitos y leyendas forman parte de nuestra identidad

2 noviembre, 2018

La idiosincrasia de nuestro pueblo también tiene una expresión ultraterrena y fantasmal
Texto:RennyMarrero
/ Foto:Soraya Tovar

Prensa IABNSB 02/11/018

 

‘‘Todos, o casi todos, hemos sentido alguna vez un escalofrío subir por nuestra columna y helarnos la sangre ante un ruido extraño o la visión de algún elemento cuya naturaleza no tenemos bastante clara. Los religiosos se persignan y el más escéptico prefiere no opinar, pero, por si acaso, evita ciertos lugares o situaciones’’. Con estas palabras, el investigador Leopoldo Gutiérrez recibió al público que asistió al convesatorio "Espantos, muertos y aparecidos", realizado este viernes en la Biblioteca Nacional, en conmemoración del Día de los muertos. 

Los orígenes de algunos mitos y leyendas, de hechos sobrenaturales y personajes ultraterrenales y la internacionalización de varios de los espantos más famosos de la cultura venezolana fueron tema de discusión en este encuentro, un espacio para contar, leer, vivir e imaginar. 

Tres fechas son significativas al momento de hablar de lo sobrenatural: el 31 de octubre, día dedicado a Halloween, una celebración celta en la que, se creía, se abría un portal interdimensional que permitía a los vivos entrar en contacto con sus familiares muertos; el 1.° de noviembre, día que la Iglesia católica tomó para celebrar su santoral (Día de todos los santos), con lo cual combatía las fiestas paganas; y el 2 de noviembre, establecido por la Iglesia como Día de los fieles difuntos, conocido popularmente como Día de los muertos.

En todos los países del mundo, desde las más antiguas civilizaciones, ha estado presente el culto a los muertos, así como el temor que estos generan. Venezuela no ha sido la excepción. En suelo criollo, existe una amplia expresión literaria y popular de lo ultraterreno y lo fantasmal. ¿Quién no ha oído hablar del Silbón o la Sayona? Al primero, se le erigió un monumento en el estado Portuguesa y fue motivo del corrido ‘‘El silbón y Juan Hilario’’, del músico Dámaso Delgado, una pieza musical extensamente conocida tanto en Venezuela como en Latinoamérica. La segunda ha sido plasmada en canciones, películas, obras de teatro y variadas manifestaciones literarias. 

Estas creencias -explicó el ponente- "forman parte de nuestra identidad, de ese acervo cultural que fue gestando lo que hoy somos. Si nos detenemos a analizar el significado de su narrativa, encontraremos siempre una moraleja, un aprendizaje o una advertencia: las almas en pena suelen castigar a hombre infieles o ser los espíritus atormentados de hijos que desobedecieron las leyes divinas atentando contra la vida de sus progenitores y, en muchos casos, los de herejes que incumplieron un voto o violaron un mandamiento".

Caracas, ciudad de misterio

Si bien los pueblos del interior se precian de albergar los espectros más conocidos de nuestro país, entre ellos la Sayona, el Silbón y la Llorona, la ciudad capital, Caracas, también ha servido de refugio a algunos espantos. El enano de la catedral que pide fuego para su tabaco y a continuación crece desproporcionadamente; el carretón fantasmal que solía dejarse oir por las calles y un espectral caballo que escupía fuego destacan entre algunos de ellos.

"Lamentablemente, estas leyendas urbanas fueron desplazados por la llegada de la luz eléctrica a nuestra capital", indicó Gutiérrez, quien agregó que el desarrollo urbanístico de Caracas trajo consigo a nuevos fantasmas, adaptados a los nuevos tiempos. Un ejemplo de estos es el fantasma de una bella joven vestida de novia que deambula entre los rieles, en horas cercanas a la madrugada, en la estación Colegio de Ingeniero, en la Línea 1 del Metro de Caracas. Según cuenta, su imagen ha sido captada por las cámaras.

Otra aparición que ha hecho temblar a operarios y personal de limpieza del subterráneo caraqueño es la de ‘‘La niña flotante’’, una pequeña que -aseguran- sube y baja por las escaleras eléctricas, pero elevada a unos cuantos centímetros de la superficie.

Lo mismo ocurre en el Hospital J.M. de los Ríos, donde una misteriosa enfermera suele posarse a la cabecera o a los pies de los pequeños pacientes. La posición en la que es vista la etérea figura determina si el pequeño vive o muere, de acuerdo con las versiones de quienes han presenciado su aparición.

Y tú ¿la has visto?
Esta suele ser una pregunta frecuente en la Biblioteca Nacional, institución que también da cobijo a unos cuantos fantasmas. Vigilantes, bibliotecarios y otros trabajadores aseguran que han visto a una pequeña niña que desaparece entre los pasillos y a un hombre que deambula por las noches en el sótano 3. Estos dos no son tan importantes. Hay otra que se lleva el sitial 
de honor: La monja. 

Hay quienes aseguran que la monja, que recorre los pasillos de la institución, apare desde que la Biblioteca Nacional funcionaba en le esquina de San Francisco, por lo que, se supone, pertenecía a la orden de las Mercedes, cuyo convento estuvo ubicado otrora en esos espacios.

No es exclusivo de gente "de a pie" creer en estos seres. En los archivos históricos de la Presidencia de la República, se conserva el testimonio de José Antonio Páez sobre un acontencimiento sobrenatural. En su relato, cuenta cómo pudo huir de las celdas del enemigo tras haber sido apresado en una de las batallas de la Independencia. Durante la contienda, las tropas realistas divisaron en la distancia columnas de soldados que los superaban en número y artillería, por lo que decidieron emprender la retirada. Sin embargo, las columnas desaparecieron de inmediato. El Centauro de los Llanos aseguró entonces que las ánimas benditas del purgatorio lo habían salvado.

Los fantasmas forman parte de la vida, la historia y la cultura de un pueblo. Siempre habrá fantasmas y aparecidos "mientras estemos dispuestos a creer en la presencia de aquello que está allí, aunque no podamos explicarlo", dijo Leopoldo Gutiérrez, quien culminó su coloquio invitando a preservar y difundir las leyendas y los mitos como parte fundamental de la memoria, pero eso sí, con mucho respeto, porque ‘‘de que vuelan vuelan’’.

 

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