Elizabeth Schön, sin fronteras entre la imagen y la palabra

1 diciembre, 2017

 

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Foto Alfredo Cortina

Poeta, dramaturga y ensayista, nacida en la parroquia Altagracia de Caracas, el 30 de noviembre de 1921.

Texto: Jufany Toledo / Fotos: Ronald Montaño

Aún me parece ver la figura de Elizabeth Schön, visitando los distintos espacios de la Biblioteca Nacional, participando en alguna tertulia literaria, bautizo de libro o conversatorio. Era una buena amiga de esta institución, y toda vez que se le invitaba acudía solícita; tal vez la sentía como propia, por haber nacido en la parroquia Atagracia de Caracas, el 30 de noviembre de 1921.

Aunque añoraba la Caracas de los techos rojos que la vio nacer, y pese a las transformaciones que sufrió la capital, siempre sintió un gran amor por su ciudad y se encargaba de evidenciarlo en sus textos, a través de lo que llamaba “la palabra amorosa”. Durante una de sus últimas entrevistas de prensa, realizada por Ernesto Campo para El Nacional, afirmó: “El amor es necesario para todo. Es la única virtud que queda libre. Todos tenemos que amar… Porque quien no ama destruye”.

Así era ella, una mujer llena de amor. Amaba su ciudad, el mar, las plantas, la naturaleza toda… Y eso quedó plasmado en sus textos literarios llenos de gracia; pero a la vez con una profundidad abrumadora en su lenguaje, originada seguramente por sus estudios de filosofía, que le permitieron escribir desde la mayor complejidad de su conciencia, hasta la más íntima sencillez de su propia experiencia de vida.

Poeta, dramaturga y ensayista, publicó su primer libro en 1953, y no paró de escribir y publicar hasta que Dios la tuvo entre nosotros, y aún con lucidez y claridad de pensamiento, a sus 86 años partió a la casa del Padre el 15 de mayo de 2007; porque Schön fue una cristiana confesa, así lo hizo saber en otra entrevista, que en 1977 le hiciera Mara Comerlatti: “Soy creyente y quizás eso me diferencia mucho de otros poetas. Y lo soy por quiebre de mi propio mundo. Cuando uno muere en vida y vuelve a nacer, como me ocurrió a mi, uno cree”.

Su espiritualidad y su aproximación a Dios, estuvo siempre presente en su poesía, a él clamaba: “Dios!… no quiero lo que acaba… Dame lo que permanece como el cielo…” Y reconocía su grandeza, “Hay un Dios demasiado inmenso para el pequeño pie del hombre…” Y lo aceptaba como el autor de toda la creación, “La naturaleza, el agua, son elementos divinos, nacidos para que el hombre pueda elaborar o destruir… Dios no se nos esconde… él es inamovible y lo contemplamos donde quiera que vayamos…”

Trabajo especial del Autor Elizabeth Schon3

Elizabeth Schön fue sin duda una mujer adelantada a su tiempo, una gran comunicadora con gran necesidad de contar, de decir cosas; y tuvo la fortuna de cruzar su vida con la de un hombre capaz de comprender sus pasiones, su lenguaje y creatividad, Alfredo Cortina, otro comunicador, publicista, inventor, libretista, visionario y pionero de la radiodifusión en Venezuela, con quien se casó en 1941 y enviudó en 1988.

Fue una pareja muy querida y reconocida por todos, su casa fue frecuentada por periodistas, escritores, artistas y diversas personalidades del mundo de la cultura y la intelectualidad. Era un lugar de encuentros y tertulias, ubicado en Los Rosales, donde Elizabeth vivió hasta sus últimos momentos. Esos encuentros la nutrían para escribir, y cuando la musa no era era suficiente para convertirla en poesía, producía un ensayo, un artículo de prensa o una obra de teatro.

En el Instituto Autónomo Biblioteca Nacional y de Servicios de Bibliotecas, se encuentra una buena parte de su legado, así como también, vídeo grabaciones, material audiovisual, y su producción hemerográfica para El Nacional, donde colaboraba reseñando libros y haciendo crítica literaria.

Aunque es reconocida como poeta, Schön desarrolló a la par su carrera en dramaturgia, enmarcada en el teatro de lo absurdo, por lo que llegaron a llamarle la Ionesco venezolana; y su reconocida obra Intervalo, fue montada por Horacio Peterson en el antiguo Ateneo de Caracas. En 1971 obtuvo el Premio Municipal de Poesía y en 1994 el Premio Nacional de Literatura, entre otros reconocimientos.

Trabajo especial del Autor Elizabeth Schon1    Trabajo especial del Autor Elizabeth Schon5

Sus poemarios: La gruta venidera (1953); En el allá disparado desde ningún comienzo (1962); El abuelo, la cesta y el mar (1965); La cisterna insondable (1971); Mi aroma de lumbre (1971); Casi un país (1972); Es oír la vertiente (1973); Incesante aparecer (1977); Encendido esparcimiento (1981); Del antiguo labrador (1983); Concavidad de horizontes (1986); Árbol del oscuro acercamiento (1992); Ropaje de ceniza (1993); Aún el que no llega (1993); Campo de resurrección (1994); La flor, el barco, el alma (1995); Antología poética (1998); La Espada (1998); Del río hondo aquí (2000); Ráfagas del establo (2002); Las coronas secretas de los cielos (2004); Visiones extraordinarias (2006) y Luz oval (2007).

En cuanto a teatro: Intervalo (1957), con el cual ganó el segundo premio del Ateneo de Caracas; La pensión (1964); La aldea (1967) fue premiada por la Universidad del Zulia; Lo importante es que nos miramos (1967); Al unísono (1968); La nube y el limpiabotas (1970) y Melisa y el yo (1973). En 1977, Monte Ávila Editores, en la colección de teatro dirigida por Isaac Chocrón, publicó una compilación de diálogos cortos de sus obras Melisa y el yo; Lo importante es que nos miramos; Jamás me miró; y Al unísono.

En 2003, publicó con el Grupo Editorial Eclepsidra, en la colección Fuegos bajo el agua, “La granja bella de la casa”, ensayo poético y filosófico, en el que reflexiona sobre su experiencia poética, sus vivencias y el significado de la palabra, la imagen y el lenguaje que en ella habitaban. “Ante la angustia rigurosa del escribidor, la palabra no cede en su prístino repique de palabra para la casa del ser…”

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