Pancho Massiani se fue con agua en la piel y piedritas de playa en los bolsillos

22 abril, 2019

Biblioteca Nacional fue escenario de una de las últimas apariciones públicas del autor de Piedra de mar

Texto:Renny Marrero/Foto: Referenciales/ Prensa IABNSB

‘‘Todos los poemas hablan de lo mismo hablan de la muerte o de la vida. El día que nazca un poema diferente dejaré caer el poema y veré una estrella”.

Francisco Massiani

 

No tiene nada de especial caminar por la playa y conseguirse a una pareja de jóvenes sentados a la orilla del mar, es una imagen común, la muchacha quizás se broncea sin prestar mayor atención a su tímido acompañante, mientras que éste con mirada suplicante lucha por confesarle el apasionado amor que lo trastorna. Si imaginamos que así es, entonces no cabe duda, aquellos dos no son otros que ‘‘Corcho’’ y Carolina, protagonistas de Piedra de mar, la más aclamada novela de Francisco ‘‘Pancho’’ Massiani, autor que lamentablemente cambió de paisaje el pasado lunes 1° de abril del presente año y que hoy queremos realizar un merecido homenaje recordándolo.

Francisco Massiani nació en Caracas el 2 de abril de 1944, estudió en el liceo Andrés Bello y posteriormente inició la carrera de arquitectura en la Universidad Central de Venezuela (UCV), fue un apasionado dibujante, fanático del fútbol y asiduo visitante de los cafés, librerías y bares de Sabana Grande.

Su labor literaria fue reconocida en múltiples oportunidades, en 1998 le fue concedido el Premio Municipal de prosa, en 2005 se levanta con el Premio Anual del V Concurso anual de la Fundación para la cultura urbana y en 2012 obtiene el Premio Nacional de Cultura Venezuela, mención literatura (2012).

La creatividad y sensibilidad de Massiani nos legaron las novelas Fiesta de campo y Rebate o la vida siempre como un comienzo (1964), Piedra de mar (1968) y Los tres mandamientos de Misterdoc Fonegal (1976). En el terreno de la poesía publicó Antología (2006), Señor de la ternura (2007) y Corsarios (2011), también incursionó en el cuento con títulos como Las primeras hojas de la noche (1970), El llanero solitario tiene la cabeza pelada como un cepillo de dientes (1975), Relatos (1990), Un regalo para Julia (1991), Con agua en la piel (1998) y Florencia y los pajaritos de Angelina, su mujer.

Fue en 1968 a través de Monte Ávila Editores que Massiani publica la que sería su obra cumbre: Piedra de mar, novela en la que críticos pero sobre todo lectores no dejan de ver reflejada a la juventud venezolana, y es que la frescura y cercanía de sus personajes hacen que estos nunca envejezcan, siempre habrá ‘‘Corchos, Kikas y Carolinas’’, por algo Piedra de mar se encuentra entre las publicaciones venezolanas con mayor número de reediciones (17 hasta la fecha y más de 100mil ejemplares vendidos), cabe destacar que varias de estas ediciones incluyendo la más reciente cuentan con imágenes de portadas basadas en las pinturas del autor que incursionó a la par en el dibujo y la acuarela.

Y fue a propósito del aniversario número 50 de Piedra de mar que Pancho Massiani nos acompañó el 7 de junio de 2018 en Biblioteca Nacional, durante el encuentro que hoy recordamos como una de las últimas apariciones públicas del autor, pudimos disfrutar de la lucidez y picardía de un amante de la vida que se encomendaba a Dios y se lanzaba a escribir ‘‘para sacarse todo aquello de adentro’’.

Quienes asistíamos a dicho encuentro con un nombre casi legendario en el mundo de las letras, no podemos sino admitir que Massiani dictó cátedra acerca del arte de escribir, para él, el secreto es que no hay secreto, se escribe porque se siente la imperiosa necesidad de hacerlo, ‘‘se tiene el don o no se tiene’’, sentenció con su voz aún firme y fuerte. Ese día nos confesó que su obra cumbre nació de una pequeña mentira, Simón Alberto Consalvi le preguntó si tenía alguna novela en preparación y este no dudo en responderle afirmativamente, en lo sucesivo Massiani mezcló parte de sus vivencias y la de sus amigos con unas cuantas gotas de ficción y tiempo después una marea de letras nos dejaba a la orilla de la playa una pequeña y perlada joya literaria: había nacido Piedra de mar.

                         

De entre las sabrosas anécdotas que nos contó destacan el como ‘‘No conoció a Julio Cortázar’’, estando en París en 1969, época dura en la que conoció el hambre, resulta que escribió un relato para una revista, dicho texto, según un amigo cercano llamó la atención de Cortázar quien se interesó en conocer al autor quien llegó hasta el portón numero 38 donde pudo haber conocido al escritor que más admiraba, ¿pero qué decirle a aquel gigante? después de varios cigarrillos Massiani optó por regresar sobre sus pasos…

Dicho sea de paso, la presencia de Massiani en Biblioteca Nacional nunca fue extraña, hoy atesoramos sus obras en nuestra colección bibliográfica general, pero más importante aún, su padre Don Felipe Massiani fue además de un ávido lector y escritor director de nuestra institución, de aquella época Pancho recordaba sus visitas y como estas influyeron en su deseo de convertirse en lo que fue, un gran escritor al que podremos conocer navegando en ese mar de letras que nos dejó.

Otra manera de acercarnos al legado de este señor de la ternura es disfrutar del documental titulado Francisco Massiani: ‘‘Breve y arbitraria historia de mi vida’’, se rodó en 2015 de manos del director de cine Manuel Guzmán Kizer, la pieza audiovisual es narrada en primera persona por el propio Massiani quien desde su silla de ruedas invita a los espectadores a recorrer los rincones más humanos de su alma, en sus propias palabras este documental fue ‘‘una desesperada necesidad de confesarse al prójimo’’, contándonos capítulos oscuros y luminosos de su historia, entre ellos el triste episodio del coma etílico y el accidente que le hizo sufrir una fractura craneal y los luminosos días en que se convirtió en el eterno enamorado de Belén Huizi y en el padre y abuelo amoroso que recordarán por siempre su hija Alejandra Massiani, sus nietas y todos sus seres queridos.

                              

Pancho Massiani se nos fue a los 75 años de edad, en aquella última visita que siempre recordaremos con profundo cariño nos aclaró que aún escribía, eso sí al viejo estilo, pues rebelde como era se negó a abandonar la máquina de escribir y se dejó llevar por aquella voz interna que le pedía dejar sobre el papel lo que pensaba y sentía, de él aprendimos aquel día que sin dudas la literatura es algo maravilloso, aunque cueste trabajo definirla y que por sobre todo hay que apostar siempre a la felicidad como lo hacen dos muchachos a la orilla de la playa.

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