Vargas 99: Cuando el libro fue un refugio

13 diciembre, 2019

Hace veinte años se activaron los poderes terapéuticos de la lectura para enfrentar el evento natural que afectó al litoral central

Texto: Renny Marrero/ Foto: Referenciales/ Prensa IABNSB 13/12/019

Un libro puede salvar una vida, entre sus páginas se puede hallar la palabra de aliento que en un momento de gran angustia nos fortifique. Un cuento, un relato corto, un fragmento literario puede servir de bálsamo para cicatrizar heridas, esto lo saben bien los bibliotecarios, encargados de salas y promotores de lectura que desde sus lugares de trabajo tuvieron que vivir el evento natural que en 1999 arrasó con nuestro litoral. A 20 años del suceso varios de ellos recuerdan cómo durante esos aciagos días se activaron los poderes terapéuticos de la lectura.

Como es bien sabido, este fenómeno natural no solo causó la irreparable pérdida de vidas humanas, sino de valiosos bienes inmuebles de gran valor arquitectónico e histórico, entre ellos el Templo Rosacruz y la biblioteca pública José María Vargas, que estaban ubicados en Macuto, y que durante la vaguada resultaron severamente afectados. En el caso del centro bibliotecario, se rescató solo parte de la colección infantil ubicada en el segundo piso, es decir, se sufrió pérdida total del resto de sus colecciones. Ello representó un duro golpe para los bibliotecarios de la región. Corpovargas demolió lo que quedaba del edificio de la otrora biblioteca, así como las del templo Rosacruz en 2003 y ahora existen viviendas en el lugar, las mismas fueron asignadas a damnificados.

Entre las vivencias de nuestros compañeros podemos mencionar las de Norelis Rada, quien hoy se desempeña como encargada de la sala de ciencia y tecnología de la Biblioteca Pública Central José María España de La Guaira. Rada refugió vecinos en su casa, desde su propio hogar estuvo promocionando lectura dirigida a los más pequeños, que fueron en muchos sentidos los más afectados.

“Los niños no entendían qué pasaba, por qué tenían que abandonar sus casas o por qué no podían salir a jugar con sus amiguitos, eso les producía mucho estrés, la lectura de varios cuentos les fue devolviendo la calma y los distrajo bastante”, relató.

Otro testimonio que vincula directamente a Biblioteca Nacional con estos hechos lo ofrece Franklin Subero, trabajador de nuestro Centro de Preservación y Conservación, quien recuerda que posterior al deslave un equipo de conservacionistas se dio a la tarea de restaurar varios libros rescatados de una iglesia afectada. El hecho de haber sobrevivido a la fatalidad convirtió dichos volúmenes en ‘‘Libros Raros’’ y la experiencia representó todo un reto para el equipo de profesionales, quienes, en palabras de Subero, sintieron estar salvando de alguna manera una parte de todo aquello que la naturaleza amenazó con arrasar.

Pero el ejemplo que puede ilustrar más claramente de qué manera el libro y la lectura fueron también herramientas terapéuticas durante aquellos terribles días que azotaron nuestro litoral lo ofrece Jufany Toledo, periodista adscrita a la oficina de Comunicaciones e Imagen de Biblioteca Nacional, quien basó su Trabajo de Grado para optar al Magíster en Educación (Mención Lectura y Escritura) en el Proyecto “Leer para vivir”, experiencia llevada a cabo por el Banco del Libro, organización que investiga, experimenta, innova y divulga acciones dirigidas a la formación de niños y jóvenes lectores.

El trabajo del Banco del Libro durante el desastre natural de 1999 en Vargas representó una verdadera “Biblioterapia”. La motivación inicial del proyecto “Leer para vivir”, fue la de brindar apoyo psico-social a los refugiados del polideportivo Teo Capriles de La Guaira que luego fueron trasladados a Caracas.

Cuenta Toledo en la introducción de su trabajo que a partir de marzo del año 2000 esta terapia de sanación lectora se traslada a La Guaira, teniendo como sede inicial la Unidad Educativa Colegio Madre Emilia y la Comunidad de Quenepe. La iniciativa se fue extendiendo a otras comunidades, y por petición del gobierno estadal fue llevado también a 62 planteles oficiales de la región varguense.

El efecto sanador de los libros y su interacción con quien lee o escucha una narración es innegable, en situaciones de caos, emergencias y desequilibrios de la rutina o modus vivendi. Estas actividades resultaron mucho más que recreativas, los testimonio de dos de las promotoras de “Leer para vivir” recogidos por Toledo son a la par de alentadores muy conmovedores, pues demuestran que bajo estas circunstancias de dolor el vínculo entre el promotor y su ‘‘público-paciente’’ es profundamente humano, como lo demuestra este registro de Paula Cadenas, una de las promotoras que participó de dicha experiencia.

‘‘Creo que el trabajo con ellos resultó ser una terapia sobre todo para mí, y no sé si para ellos. Todavía me pregunto si hago algo al bajar a narrarles cuentos. Pero más allá de querer dar soluciones, sé que pude contar cuentos a una cantidad de ojitos atentos y bracitos dispuestos a guindarse al primer cuello cercano’’, relató la promotora.

Otro poético y sentimental testimonio es el de Brenda Bellorín: ‘‘Nos hemos sentido como el heladero con su carrito lleno de sustancias emocionantes para saborear .Los libros en contacto con los niños, los padres y los maestros nos han salvado de sucumbir ante una peste de olvido como la que sacudió a Macondo. Juntos, con la ‘Hora del cuento’ y nuestras conversaciones, le hemos ido poniendo papelitos amarillos a las cosas para nombrarlas y no olvidarlas’’.

La tragedia de Vargas fue un fenómeno natural cuyas cicatrices aún duelen en el recuerdo, en aquel entonces cada cual desde su trinchera y como pudo trató de ayudar al prójimo, quizás pocos llegaron a imaginar que un libro fuese el refugio más idóneo para quienes la vivieron, pero lo fue, en el anecdotario del Banco del Libro se conservan las sonrisas de aquellos niños que confesaron que al fin podían dormir gracias a los cuentos.

¿Cómo podemos ayudar a una persona en situación de luto o desamparo? ¿Qué podemos hacer como promotores de lectura ante crisis sociales? ¿Qué espacios pueden tener el libro y la lectura frente a una tragedia? Antes esas interrogantes, basta reflexionar sobre el gran poder curativo que reposa en nuestras manos al promocionar lectura. En Biblioteca Nacional contamos con las líneas de acción del programa Rafael Rivero Oramas que comprende acciones de calle en las que nuestros pŕomotoreres, mujeres y hombres amantes del libro abordan hospitales, escuelas, centros penitenciarios, casas de reposo y otros espaciosllevando la luz maravillosa de la lectura.

No olvidemos pues que somos sanadores y reafirmemos ese compromiso cada día. Con toda razón en el antiguo Egipto se le llamaba a las bibliotecas

‘’La tienda de los remedios del alma’’.

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