José Rafael Pocaterra, dejó plasmada la realidad política y social de su tiempo

18 diciembre, 2017

Usó la escritura como arma de denuncia y alteró las normas del relato en Venezuela

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Texto: Jufany Toledo / Fotos: Ronald Montaño

José Rafael Pocaterra, uno de los más talentosos cuentistas de Venezuela, destacado por convertir la realidad que le tocó vivir, en materia obligada para producir sus textos literarios, nació en Valencia, estado Carabobo el 18 de diciembre de 1888; y al igual que él, sus personajes eran venezolanos, pensaban, actuaban y sentían como venezolanos; tal vez por eso ha sido considerado como el creador de la novela urbana en nuestro país.

De este personaje irreverente, contestatario, involucrado en conspiraciones políticas, que utilizó la escritura como un arma de denuncia, es difícil saber a ciencia cierta, si fue un político prestado a la literatura o un escritor prestado a la política; el caso es que incursionó en ambos campos, dejando profundas huellas en el acontecer de la primera mitad del Siglo XX venezolano, las cuales por fortuna han trascendido hasta nuestros días.

Con una pluma mordaz, de marcada tendencia izquierdista, debido a sus opiniones incómodas y a su colaboración en el periódico opositor “Caín”, en el que escribió un artículo en contra del presidente Cipriano Castro, José Rafael Pocaterra conoce tempranamente la cárcel (1907), y junto al equipo de redactores, fue confinado al Castillo San Felipe de Puerto Cabello.

No fue esa la única vez que estuvo en prisión; pero ese tiempo lo aprovechó para dedicarse a la lectura y a la producción de sus primeras novelas, “El doctor Bebé”, que inicialmente había sido titulada “Política Feminista” y “Vidas oscuras”. Al salir, ejerce algunos cargos públicos y es trasladado a Maracaibo donde ocupa la presidencia de la cámara de diputados en la Asamblea Legislativa del estado Zulia, funciones que iban en paralelo con su oficio de escritor. Sus otras novelas son “La casa de los Ábila” y “Tierra del sol amada”.

Sus textos, fueron escritos siempre de una manera sencilla, con un léxico cotidiano para facilitar la comprensión de todos; ya que de alguna forma, en muchas ocasiones Pocaterra se erigió como la voz del pueblo, denunciando con su verbo sarcástico y mordaz, las injusticias y abusos de los políticos de turno, la corrupción y el tráfico de influencias; provocando, censuras, represalias, encarcelamiento, torturas, soledad y exilio.

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Fue un hombre de principios y valores, y así lo hacía saber a través de sus textos, siempre se las ingeniaba para dar a conocer entre líneas su opinión: “Es menester que no siempre se echen en olvido en Venezuela los valores que han estado en la sombra…”; “Los que se han comido la vergüenza y logran digerirla han dado la siguiente definición de quienes prefieren el ayuno: “¡Carecen de habilidad política!”; “Los hombres fundamentalmente valerosos son humanos: las crueldades o guapezas de estos aspirantes a “héroes” solo revelan las taras del degenerado inferior…”

Las citas que preceden, corresponden a “Memorias de un venezolano de la decadencia”, que fuera publicado por primera vez en 1927, una de sus más importantes obras, producida en parte con sus vivencias en la cárcel, en la que se entremezclan diversos géneros literarios y periodísticos, con el fin último de criticar y/o satirizar los gobiernos de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, por una parte, y por la otra, a ese venezolano “decadente” capaz de aguantar sus desmanes y hacerles comparsa.

Los padres de familia de Venezuela están incubando una generación de malhechores: las madres de Venezuela están pariendo una generación de cretinos”, escribió también en el mencionado libro. Pocaterra era profundamente crítico, ante la pasividad e inactividad de los ciudadanos incapaces de reaccionar ante tantos atropellos, no toleraba las injusticias por eso prefirió el destierro, antes que el silencio cómplice.

Desde Montreal escribiría en 1923: “Todos los venezolanos, todos, hasta los que en este instante sostienen voluntariamente el régimen grotesco; los empleados civiles, los jefes de resguardo, los segundos jefes de batallón, los oficiales de policía, el último funcionario, el último villorrio, pueden y deben reaccionar (…)”

Otra de sus producciones trascendentes son los “Cuentos Grotescos”, una compilación de sus diversos relatos, algunos escritos durante su presidio en “La Rotunda”, otros publicados en “El Fonógrafo” y otras revistas, los cuales fueron editados inicialmente en 1922, e impresos en la Imprenta Bolívar de Caracas, y se presume que fueron escritos entre 1917 y 1919. En 1955 se realiza una segunda edición a la cual se le suman 11 nuevos cuentos, para un total de cuarenta y cuatro.

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Aún cuando muchos de esos cuentos fueron editados de manera independiente, como por ejemplo “De como Panchito Mandefuá cenó con el niño Jesús”, resulta difícil concebirlos por separado; ya que de alguna manera ellos tienen un hilo conductor, que los mantiene cohesionados como un todo, ya que aunque traten temas diferentes, y la psicología de cada personaje le otorgue su propio perfil, cada uno de ellos retrata la realidad venezolana de ese momento histórico.

José Rafael Pocaterra también ejerció el periodismo y cumplió funciones diplomáticas; fallece en Montreal, Canadá, el 18 de abril de 1955 y gracias a instituciones como la Biblioteca Nacional, encargada de resguardar y divulgar la memoria histórica y el patrimonio documental del país, las y los lectores pueden acceder a los textos escritos por este venezolano que supo plasmar la realidad política y social de su tiempo.

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