Valentín Espinal, creador del arte tipográfico en Venezuela
22 febrero, 2018
Diversos textos editados e impresos por el primer impresor criollo se encuentran en la Biblioteca Nacional
Texto: Jufany Toledo / Fotos: Ronald Montaño y Adianez Gutiérrez
La imprenta fue un invento que llegó tardíamente a Venezuela, especialmente si consideramos que, aunque tímida y artesanalmente, desde el Siglo XII se conocía en Europa, y en los albores del Siglo XVI, gracias a la impresión de unas hojas denominadas “Mundus Novus”, en las que Américo Vespucio dio a conocer los descubrimientos de Cristóbal Colón, las principales ciudades europeas, pudieron conocer la existencia de un nuevo continente.
Al alemán Johannes Gensfleisch, mejor conocido como Juan Gutenberg, se le atribuye la creación de la imprenta, por haber creado a mediados del Siglo XV los primeros tipos móviles y sustituir los tipos de madera por otros de metal. En América, la imprenta llegó por México en 1539; pero no fue sino hasta el año de 1808, cuando este importante y poderoso instrumento para la propagación de las ideas y la ilustración llegó a Venezuela.
A la imprenta, estaría indisolublemente unida la vida de Valentín Espinal, un joven humilde que nació en pleno centro de Caracas, el 14 de febrero de 1803, quien desde los doce años de edad empieza a trabajar en la imprenta de Juan Gutiérrez Díaz, un generoso español, que años más tarde le enseñaría el oficio y le ayudaría a montar su propio taller artesanal en un espacio de su casa.
Desde un primer momento Valentín se enamoró de las artes gráficas, por lo que puso gran empeño en aprenderlas, le introdujo mejoras y se esforzó por superarse día tras día, a pesar de sus adversidades económicas, de vivir en una época en la que estudiar era un privilegio para las altas clases sociales, procuró relacionarse con gente de bien que nutriera su intelecto.
Su trabajo en la imprenta le ayudó a convertirse en un autodidacta. Leía todo lo que pasaba por sus manos, textos de historia, filosofía, sociología, religión… Y mientras más aprendía, mayor era su necesidad de formarse, de aprender todo lo que fuese útil, especialmente cuanto fuese necesario para perfeccionar su oficio de impresor.
Ese esfuerzo fue muy bien apreciado por Juan Gutiérrez Díaz, a quien le tocó abandonar el país, debido al decreto de expulsión de españoles desafectos a la república, y deja su imprenta en manos de Valentín Espinal, quien posteriormente le cambia la denominación y la convierte en una escuela para formar artesanos en el arte de la impresión.
Esas generaciones de artistas gráficos, son parte del legado que Espinal le dejó a Venezuela, entre quienes destacan: Bartolomé Valdés, León y Cecilio Echeverría, Manuel Castro, José Antonio Carías, José Felix Monasterio y muchos otros editores, impresores, cajistas y prensistas, que gracias a Espinal aprendieron el oficio, en su casa-taller ubicada en el centro de Caracas, entre las esquinas de Gradillas y San Jacinto.
Igualmente, este talentoso impresor dejó para la posteridad una gran cantidad de documentos, a través de los cuales las y los venezolanos han podido conocer, un poco más allá de los propios hechos históricos, cómo era esa Venezuela del Siglo XIX en lo social, en el uso del lenguaje, en la gastronomía, la política, las usanzas, costumbres y hasta los aspectos religiosos de la época.
Se cuentan por más de 600 (prensa, gacetas, revistas, hojas sueltas y libros) los impresos elaborados en la Imprenta de Valentín Espinal. Un exhaustivo trabajo elaborado por el poeta e investigador Gabriel Saldivia, quien para entonces estaba al frente de la división de Libros Raros y Manuscritos, del Instituto Autónomo Biblioteca Nacional y de Servicios de Bibliotecas, da cuenta de 330 impresos que existen en dicha colección.
Este trabajo publicado en el año 2009, como parte de la Serie Catálogos de la Biblioteca Nacional, fue titulado “Impresos de Valentín Espinal”; sin embargo, en él se registran sólo los documentos que se encuentran en esa colección, sin incluir toda la reserva hemerográfica del Siglo XIX de la Hemeroteca Nacional; ya que en esa imprenta se fundó entre otros, “El Venezolano” (1840), periódico de Antonio Leocadio Guzmán, con el cual se inició en Venezuela el periodismo de opinión política y la prensa popular, a la que todos tenían acceso.
En cuanto a los más importantes textos, cabe mencionar el “Breve diccionario de sinónimos de la lengua castellana”, de José López de La Huerta; la reedición en 1837 de “Principio de Derecho de Jentes” de don Andrés Bello; el Diccionario razonado de legislación civil, penal, comercial y forense” de don Joaquín Escriche, publicado en 1840; el “Manual o compendio de cirugía” del doctor José María Vargas; y en 1850 publicó una nueva edición de la Gramática Castellana de don Andrés Bello.
Contó con pocas habilidades como escritor, sin embargo, tuvo grandes contribuciones en la redacción y corrección de leyes y documentos de Estado; pero además del catálogo de los libros que se encontraban a la venta en su imprenta, elaborado en 1842, y algunas presentaciones o comentarios sobre las obras que editaba, sólo se conoce de su autoría el libro “Valentín Espinal diario de un desterrado”, a través de cual relata su vida en el exilio, durante los tres años que vivió en Europa.
No obstante, sus cualidades como impresor y editor han sido reconocidas por notables investigadores de la evolución de la imprenta en Venezuela, bibliográfos y personajes del mundo de los libros y las letras, como Arístides Rojas, Manuel Segundo Sánchez, Pedro Grases y más recientemente, Gabriel Saldivia; quienes le han calificado como el primer gran impresor de la República de Venezuela y verdadero creador del arte tipográfico. Sin duda su gran legado.
Valentín Espinal fallece súbitamente en Caracas, el 23 de noviembre de 1866, le sobrevivió su esposa Encarnación Orellana de Espinal y 14 de los 16 hijos que había procreado con ella; quienes supieron dar testimonio de la humildad y buen ejemplo, que como hombre sencillo y de grandes valores humanos les transmitió su padre. Un trabajador infatigable, que como hombre público fue siempre fiel a sus principios y defensor de la independencia y la libertad.