Nikolai Gógol: Su mente brillante y su corazón perturbado, lo convirtieron en padre de la primera novela rusa moderna

20 marzo, 2018

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Incapaz de acallar las voces que desde su corazón gritaba su espíritu, supo sin embargo convertir en obras maestras sus confusiones místicas

Texto: Lisayde Santamaria/ Foto: Adianez Gutiérrez/ Prensa IABNSB 20/ 03/018

Su padre era un hombre muy culto inclinado a la literatura; su madre una mujer muy hermosa y religiosa. Cinco hermanos, todos menores que él: Iván, María, Anna, Lisa y Olga. Una posición socio-económica relajada, pues nació en el seno de una familia de terratenientes de clase media un día de marzo del año 1809 (la fecha de su nacimiento es inexacta y existen varias proposiciones, mas todas concuerdan en el mes y el año), Nikolai Gógol, nació en apariencia con todas las de ganar, pero de niño fue bastante enfermizo y de carácter odioso, no le era fácil hacer amigos y en cambio si le era sencillo hacerse de enemistades y probar sus sinsabores.

No era querido por sus condiscípulos ni por sus maestros, que lo consideraban sucio, feo, torpe y mal vestido, cosas que lamentablemente para nuestro personaje eran ciertas, y que unidas a su lengua corrosiva, sus palabras hirientes y su humor negro, hacían de su persona alguien ciertamente insoportable para todos aquellos que no fueran su madre, religiosa y severa, que lo tenía como su favorito por ser el primogénito y por su salud endeble. Consentido de la casa, a pesar de que no era querido por sus compañeros de escuela, éstos lo admiraban por los papeles cómicos que interpretaba en el teatro, en donde también participó como decorador de escenarios, aunque en general fue un estudiante mediocre y poco aplicado, que apenas si sacaba la nota suficiente como para aprobar los exámenes. Desde temprana edad mostró interés por la literatura y la cultivó en varios géneros (poemas elegiacos, tragedias, poemas históricos, relatos, etc.).

La muerte de su hermano Iván (1819), y luego la de su padre seis años después (1825), intensifican su tendencia a decir mentiras y exagerar las cosas, y en determinado momento comienza el joven Gógol a sentirse alguien excepcional, a quien le espera el éxito en alguna actividad destacada aunque no sabe cual. Estos factores son determinantes para poder entender su obra, pues en ella existen detalles surrealistas, abundan las ideas moralizantes, los juicios de valor y la religiosidad es avasallante y tortuosa. Por esta época publica “Hans Küchelgarte”, pero las críticas son demoledoras y el escritor sumido en una fuerte depresión compra todos los ejemplares y los quema bajo la mirada de los sirvientes de su casa. Sin embargo, en un principio fue el Derecho donde centró sus intereses laborales, pero sólo consigue trabajo como escribiente cobrando un sueldo miserable. Marcha a Alemania, y al regresar trabaja en otro ministerio, pero no le va mejor que en el primero; estas experiencias sirven en un futuro como caldo de cultivo para los temas de sus relatos.

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Al principio de la década de los 30 conoce a Aleksandr Pushkin y comienza a frecuentar su círculo literario. Con los años Pushkin se convertirá en un gran amigo de Gógol, y lo ayudará con sus problemas de salud y a concebir temas para relatos como por ejemplo con la comedia “El inspector” (Archivo Audiovisual de la Biblioteca Nacional/ Cota: 792.0987 P762i), cuyo argumento se lo “regaló” Pushkin durante una de sus conversaciones en una velada literaria.

Entre 1831 y 1832 escribe “Las veladas en el caserío de Dikanka”, que causó admiración entre el público literario de San Petersburgo, y donde hace gala de un magnífico dominio de la estilística, la comicidad y el simbolismo; esta obra lo consagra como escritor, pero Gógol cae en la amargura pues considera que el público no entendió bien el contenido de la obra, que pensaba que atacaba al sistema político, cuando en realidad su intención al escribirla era moralizadora. Así pues, deprimido y destrozado por las críticas, y asustado por las posibles represalias, parte nuevamente a Alemania. Cabe resaltar que el escritor vivió un total de 12 años fuera de su país, al que regresaba por breves períodos de tiempo; sus vagabundeos le llevaron por varios países de Europa: París, Ginebra, Venecia, Florencia, Baden-Baden, Ostende, Viena, Niza y Roma, siendo esta última su ciudad preferida para habitar.

Justo antes de partir se encuentra con Pushkin, quien le cede el argumento para la que sería su obra cumbre y en la que trabajaría por el resto de sus días: “Almas muertas” (Colección General de la Biblioteca Nacional/ Cota: 891.733 G613).

La publicación de esta obra fue engorrosa, y en Moscú no pasó la censura, así que la puso en manos de un amigo, quien la presentó en San Petersburgo, y allí, luego de que le exigieran ciertas modificaciones al texto, ve publicada su obra en 1842. Unos meses después decide marcharse nuevamente al extranjero y se traslada a Roma, donde continúa la elaboración de la segunda entrega de “Almas muertas”, que ya había comenzado en 1840. Esta obra no saldrá nunca a la luz y será en cambio aliento de las llamas, pues Gógol en medio de un conflicto espiritual exacerbado termina el manuscrito y luego lo quema en frente de sus sirvientes como ya lo había hecho una vez hace 23 años con otro documento.

A partir de 1845 Gógol es presa de una crisis espiritual que no lo abandonará ya mas hasta el día de su muerte, y que afectará al resto de su obra de manera evidente; se torna moralista y dogmático, autócrata, defensor del régimen de servidumbre y de la iglesia ortodoxa. Este pensamiento quedará plasmado en “Pasajes escogidos de la correspondencia con mis amigos”, libro que se convirtió en un gran escándalo y en fuente de aflicciones para el autor, que luego se arrepintió de haberlo escrito.

A partir de 1850 la salud mental del escritor empeora, y en 1852 cae en un estado total de apatía, casi no se levanta de la cama, no habla y deja de comer, señales que ponen en estado de alerta a sus amigos, quienes intentan reanimarlo pero sin éxito. Finalmente en abril de ese año no soporta más el peso de la terrible depresión que padece y se deja morir de hambre. Dice la leyenda que Gógol no murió de esa manera, sino que fue enterrado vivo por encontrarse en un estado letárgico y creer sus allegados que realmente estaba muerto. Esta historia se basa en el hecho de que muchos años después abrieron el ataúd y vieron que los restos estaban boca abajo y la tapa superior del féretro se encontraba totalmente arañada.

Gógol marcó el inicio de la tradición realista en la literatura rusa, y parte de su creación literaria se encuentra a disposición del lector que visite la Colección General de la BNV.

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