Nicolás Maquiavelo, el hombre detrás de las ideas
4 mayo, 2018
“Todos los Estados bien gobernados han tenido cuidado de no reducir a la nobleza a la desesperación, ni al pueblo al descontento”
Texto: Lisayde Santamaría/ Fotos: Ronald Montaño/ Prensa IABNSB
El Renacimiento en Italia: una época de transformaciones en un país que no ponía en el trono a sus príncipes por razones de herencia o sucesión, sino de acuerdo a su astucia, inteligencia, bravura y audacia, sin importar que estas cualidades vinieran acompañadas de la perfidia, los engaños, la maldad y las intrigas.
Al trono ascendía el más poderoso independientemente de sus cualidades morales, y en esa época ser poderoso era sinónimo de tener mucho dinero. Al paso que la nobleza iba perdiendo poder y se retiraba a sus castillos a vivir de las rentas de sus tierras, la burguesía con mucha cautela se apoderaba de sus espacios.
Lo anterior es debido a que desde la constitución de 1267 todo el mundo podía aspirar a todos los cargos, pues en esencia se velaba porque todos los grupos estuviesen representados; pero no se podía evitar que aquellos con mayor experiencia política, y mayor influencia económica y social ascendieran a la cabeza del Estado.
Surgió entonces una nueva nobleza, una de dinero y ya no de espada, como la anterior, destinada al destierro. Ahora bien, los comerciantes, tanto grandes como pequeños, necesitaban a los banqueros para hacer frente a sus débitos, y en muchos casos estos prestamistas se convertían en árbitros de las situaciones, pues la gente confiaba en ellos porque habiendo sabido manejar con éxitos sus negocios, quería esto decir que tenían pericia para cumplir funciones más altas tanto a nivel político, como económico y social.
Estando las cosas así, en el año 1469, el mismo en que Lorenzo el Magnífico sucedió en el trono a Piero el Gotoso, nació el 3 de mayo en el barrio de Santa Felicita, Florencia, un niño a quien sus padres pusieron por nombre Niccoló di Bernardo dei Machiavelli. La familia había sido noble, aunque estaba empobrecida, y eran de mente aguda, inteligencia pronta y mirada lúcida. Se dedicaban a funciones subalternas dentro de la administración pública, pues eran la clase de personas que se contentan con un empleo modesto siempre que su libertad de espíritu no se vea mermada, y aunque amaban la cultura, no tenían serias inclinaciones literarias, hasta el día en que Bartolomea Nelli, poetisa de corazón que solía escribir hermosos versos, contrajo nupcias con Bernardo Machiavelli, jurisconsulto de oficio, madre y padre del que de ahora en adelante habremos de llamar según la forma españolizada de su nombre: Nicolás de Maquiavelo.
Aunque se poseen pocos datos sobre su niñez y su juventud, se sabe que frecuentó la escuela de su barrio junto con los demás niños de su edad, aunque luego le pusieron buenos maestros dado que era de inteligencia rápida y vivaz. Lector voraz, le dejaban devorar cualquier libro que cayera en sus manos, pero no era para nada una rata de biblioteca, y el pequeño disfrutaba a la par que la lectura, los placeres de la calle y sus aventuras, con sus fiestas y suplicios, sus procesiones y ejecuciones. Gustaba de mirar tan disímiles espectáculos y no perderse ningún detalle, y conoció pronto que el pueblo era de humor volátil y capaz de despedazar hoy sin remordimiento al mismo sujeto que ayer había levantando sobre sus hombros. Aprendió pues a conocer bien a la gente, sus caprichos, impulsos, arrebatos y enternecimientos; seres salvajes y tiernos, que arañan y acarician con el mismo ímpetu y también con la misma mano.
Creció pues libre de leer lo que quisiera, y de observar sin trabas el comportamiento del mundo donde nació, y una vez finalizados sus estudios siguió instruyéndose de forma autodidacta visitando bibliotecas públicas y escuchando a las gentes hablar en las plazas, siempre atento, irónico y desconfiado. Era apasionado y escéptico, poco dispuesto a esperar gran cosa de los hombres, que cambiaban de ánimo como cambia de dirección el viento.
Al principio comenzó a ganarse la vida en oficios menores que no arrebataban gran parte de su preciado tiempo libre, haciendo pequeñas traducciones y copias, lo justo para ganar algo de dinero, no perder su libertad y no ser un peso para su familia.
Creció Maquiavelo, y sus convicciones políticas formadas a partir de la lectura de los clásicos y de sus observaciones de los Estados modernos, le hicieron entender que Italia estaba sumida en un desbarajuste, aunque esto último no lo desesperaba, pues Dios creó al universo a partir del caos, y por lo tanto consideraba posible que de aquel desarreglo surgiera un orden.
Testigo de su tiempo, crítico de los hombres y los acontecimientos, era un intelectual, un contemplativo que como “curioso” de la política pero jamás diletante, no se forjó una profesión para conservar toda su libertad de juicio. Pero era también un ciudadano, un patriota, que al igual que Dante y Petrarca tenía una visión unitaria de Italia, más allá de su fragmentación.
¿Cuál es teórica, moral y prácticamente la mejor forma de gobierno? Y si la excelencia práctica y la excelencia moral no coinciden, ¿Cuál es preferible?
Estas interrogantes acompañaban siempre a Maquiavelo, pues desconfiaba de las ideas estereotipadas y no reconocía más verdad que las que él mismo comprobaba. Sin embargo estas disertaciones no impedían que fuera afable, sociable, amante de la broma y nada doctrinario, alguien que encontraba placer en acariciar a las muchachas y en empinar la botella. Y es que como todo buen renacentista buscó siempre la armonía entre el alma y el cuerpo. En cualquier caso los mayores placeres se los proporcionó su inteligencia, y ha tenido que ser a través de los actos de su vida como se han podido descubrir los movimientos de su alma, pues Maquiavelo púdica y orgullosamente, se mostró siempre muy discreto en cuanto a revelar cosas de su vida personal.
La manera en que Maquiavelo consideraba a la religión, al arte, las intrigas políticas y la guerra nos acercan más a su modo de ver la vida y el comportamiento humano, y aunque hoy en día el término maquiavélico se usa de forma peyorativa para describir a una persona con ideas malsanas y malas intenciones, lo cierto es que su filosofía no tiene nada que ver con esto y en cambio sí con mucho de franqueza y objetividad, pues está basaba en sus lecturas de los clásicos griegos, en sus propias observaciones del entorno que le rodeaba y en los tejes y manejes de los poderosos de su tiempo.
Si deseas conocer más sobre este importante pensador y su obra, te invito a que visites el Instituto Autónomo Biblioteca Nacional y de Servicios de Biblioteca, en donde podrás encontrar varias ediciones de su obra más importante “El príncipe”, y también libros dedicados a describir la vida de Nicolás Maquiavelo, incomprendido por una contemporaneidad hipócrita, que aunque lo juzga de malvado, igual sigue usando sus máximas para dirigir sus obras.