Partituras de Teresa Carreño están disponibles en la Biblioteca Digital de Venezuela “César Rengifo”
19 diciembre, 2019
Al conmemorarse 166 años de su nacimiento, la Biblioteca Nacional invita a sus usuarios a conocer el legado de la insigne compositora, el cual puede descargarse gratuitamente en formato PDF
Texto: Jufany Toledo / Fotos: BDVCR / Prensa IABNSB
Teresa Carreño, una de las más destacadas pianistas de Venezuela y de América Latina toda, nació en Caracas el 22 de diciembre de 1853. Al conmemorarse 166 años de su nacimiento, el Instituto Autónomo Biblioteca Nacional y de Servicios de Bibliotecas (IABNSB), coloca a disposición de sus usuarios el legado que se preserva sobre esa gran compositora, cantante de ópera, empresaria artística y maestra de varias generaciones.
Fotografías, rollos de pianola, partituras y manuscritos, tales como: Partitura de Danza; Petit danse tzigane; Berceuse; Himno a Bolívar, Manuscrito del archivo de música colonial de la Escuela José Ángel Lamas; y Mi Teresita, vals, forman parte de la colección Teresa Carreño del Archivo Audiovisual de Venezuela, los cuales están digitalizados y disponibles para ser descargados en PDF, desde la Biblioteca Digital de Venezuela “César Rengifo”; así como también un libro editado por el Ministerio de Educación en 1974, en el cual se compilan todas sus composiciones.
El libro “Obras de Teresa Carreño”, en sus 206 páginas incluye: Corbeille des fleurs, Op. 9; Ballada, op. 15; Plainte Op. 17; Partie Op. 18; Le printemps. Op. 25; Une revue a Prague, Op. 27; Un reve en mer, Op. 28; Un bal en reve, Op. 32; Deux esquisses italienns, Venise Op. 33; Intermezzo scherzoso, Op. 34; Deux exquisses italiennes, Florence Op. 34; Le sommeil de L'enfant, Op. 35; Highland, Op. 38; La fausse note, Op. 39; Pequeño valse; Vals gayo; Cuarteto en si menor; Himno a Bolívar; e Himno al Ilustre Americano.
Igualmente, en la colección Bibliográfica General de la Biblioteca Nacional, se encuentran títulos relativos a la compositora, como “Esas manos cumplen cien años: En el centenario de Teresa Carreño”, por Héctor Mujica (1953); “Teresa Carreño, 1853-1917: Ensayo biográfico”, por Carmen Clemente Travieso (1954); “Teresa Carreño: Esbozo biográfico”, por Yolanda Osuna (1969); “Protocolo y resurrección de un piano” y “Biografía de Teresa Carreño, 1853-1917”, ambos de Rosario Marciano, editados por el Ministerio de Educación en 1975 y 1977, respectivamente; “Para conocer a Teresa Carreño” por Jesús Eloy Gutiérrez (2003) y “El piano de la niña Teresa”, por Mariantonia Palacios (2011), entre otros.
Su nombre: María Teresa Gertrudis de Jesús Carreño García, sus padres: Manuel Antonio Carreño (músico) y Clorinda García de Sena y Toro. Con apenas ocho años de edad, Teresita se convirtió en una ilustre pianista y compositora, gracias a las enseñanzas de su padre y a las lecciones de su primer profesor, Julio Hohené, las cuales continuó con Georges Mathias.
En agosto de 1862 se trasladó con sus padres a los Estados Unidos; y el 25 de noviembre de ese mismo año, debutó en el Irving Hall de Nueva York; gracias a la buena crítica, logró tener cinco presentaciones más, entre las que destacó un extraordinario concierto en la Academia de Música de Brooklyn. En Estados Unidos recibió clases del famoso pianista Louis Moreau Gottschalk, de su mano comenzó la que sería una fructífera carrera.
Teresa se inició ofreciendo diversos conciertos privados, que le granjearon una buena fama, llegando a ser invitada por el presidente Abraham Lincoln, para tocar en Washington, capital de Estados Unidos, en 1863. En ese país ofreció diversos conciertos, no sólo en Nueva York, sino también en otras ciudades como Filadelfia, Miami y Baltimore.
A su corta edad realizó también giras en Cuba, donde se presentó en La Habana, Matanzas y Cárdenas, siempre con un gran éxito que la llevó a debutar en París el 3 de mayo de 1866. A partir de allí, las puertas de Europa quedaron abiertas para Carreño. Ese mismo año murió su madre a causa de una epidemia de cólera; pero ni el luto detuvo a la ávida pianista. De París viajó a España, donde también ofreció conciertos y regresó a los Estados Unidos para continuar con su gira musical.
Era una mujer incansable, considerada por muchos especialistas como la pianista más prolífica de América Latina durante los siglos XIX y XX y una de las más importantes del mundo; se presentó en los mejores teatros de Nueva York, París, Berlín y Milán y muchas otras ciudades de Europa, América, África y Australia. Fue una adelantada a su época, en la cual era inusual que una mujer se dedicara a esa profesión; pero a Teresa no parecían importarle los comentarios que se tejieran sobre su vida, de alguna forma siempre se sintió incomprendida.
En lo personal, Teresa se casó en cuatro oportunidades (Emile Sauret, 1873; Giovanni Tagliapetra, 1876; Eugene D’Albert, 1892 y Arturo Tagliapetra, 1901, hermano de su segundo esposo), de sus primeros tres matrimonios le quedaron seis hijos: Emilia Sauret Carreño (1874); Lulú (1878), Teresita (1882) y Giovanni (1885) Tagliapetra Carreño; Eugenia y Hertha D’ Albert Carreño.
Todo ello resultó escandaloso para la prejuiciosa sociedad caraqueña de finales del siglo XIX, que la trató con gran indiferencia, cuando a mediados de 1885, después de 25 años en el exterior, volvió a su patria invitada por el presidente Joaquín Crespo. Dos años más tarde, en febrero de 1887, regresó a petición del presidente Antonio Guzmán Blanco, quien le encomendó organizar la temporada de Ópera en Caracas, la cual no fue muy exitosa.
Con Teresa Carreño se cumplió el viejo adagio de que “nadie es profeta en su tierra”; ya que a pesar del fracaso con la Ópera y el rechazo del público venezolano, al regresar a Europa se desempeñó como solista en la Orquesta Filarmónica de Berlín, ciudad donde residía. Sin embargo, y a pesar de haber estado poco menos de 10 años en Venezuela, Teresa siempre se sintió venezolana, mantuvo su nacionalidad hasta el fin de sus días y su última voluntad fue que sus cenizas reposaran en su tierra natal.
Falleció el 12 de junio de 1917 en su residencia de Manhattan. En 1938 llegaron sus cenizas a Venezuela, a bordo del vapor Santa Paula; y el 9 de diciembre de 1977 fueron llevadas al Panteón Nacional. Fue una mujer extraordinaria y apasionada, cuyos sueños la llevaron a convertirse en una de las artistas más representativas de la historia musical de Venezuela, donde el más importante complejo cultural, inaugurado en 1983, lleva su nombre.