“Aquellos carnavales caraqueños” fueron recordados en la Biblioteca Nacional

20 febrero, 2020

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El investigador Carlos Coello ofreció una ponencia en el Archivo Audiovisual de Venezuela, a través de la cual rememoró la historia y la celebración de las fiestas carnestolendas en nuestro país

Texto y fotos: Jufany Toledo / Prensa IABNSB

Partiendo de la interrogante ¿por qué los venezolanos somos tan alegres y festivos?, el profesor Carlos Coello, asiduo investigador en las diversas colecciones del Instituto Autónomo Biblioteca Nacional y de Servicios de Bibliotecas (IABNSB), ofreció su ponencia “Aquellos carnavales caraqueños”, en la sala de proyecciones del Archivo Audiovisual de Venezuela.

El historiador y cronista se remontó a la España de los siglos XV al XVI, y a la música que se escuchaba en esa época, durante el reinado de los Reyes Católicos, cuyas letras fueron recogidas en los famosos cancioneros de palacio, tales como el Cancionero de Barbieri, un manuscrito que contiene una recopilación de más de cuarenta años, con obras del Renacimiento español, y que fue redescubierto en la Real Biblioteca de Madrid en 1870.

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Igualmente se refirió al Cancionero de Upppsala (1556), conocido también como el Cancionero del Duque de Calabria o Cancionero de Venecia, que contiene villancicos españoles, es decir, la música que el pueblo cantaba en las villas, cuyas letras estaban llenas de picardía y de expresiones irreverentes con doble sentido, tales como: “hoy comamos y bebamos y cantemos y holguemos, que mañana ayunaremos”.

Dichos antecedentes, sirvieron para ilustrar los orígenes de la picardía y la alegría de los venezolanos, la manera de celebrar los carnavales y la costumbre de festejarlo todo; así como también, la tradición de jugar con agua y otras sustancias. Este recorrido lo hizo apoyado en un texto del historiador y cronista Arístides Rojas, quien aludiendo a los carnavales caraqueños de 1700, escribe: “…la ciudad tenía que cerrar puertas y ventanas, la autoridad, las fuentes públicas y la familia debían esconderse para no ser víctima de la turba invasora. Las noches del Carnaval de entonces eran lúgubres y la ciudad parecía un campo desolado”.

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El texto hace referencia a Joseph Francisco Cañas y Merino, gobernador de la provincia de Venezuela, entre 1711 y 1714, quien era aficionado a la celebración de las fiestas carnestolendas, de una manera ruda y hasta cruel, paseaba a caballo por la ciudad mojando a quien saliera a su paso y molestando a las muchachas que se divertían entre ellas, razón por la cual terminó por ser expulsado del país y juzgado.

De dichos excesos, el ponente nos trasladó a la llegada del obispo de Caracas, Diego Antonio Diez Madroñero (1757-1769), descrito como un hombre de gran celo por la salvación de las almas, quien se esforzaba por mantener la moral pública, razón por la cual se escandalizó de que al terminar el “Te Deum” de bienvenida en la Catedral de Caracas, el pueblo continuó celebrando su llegada con corridas de toros, fiestas, disfraces, música y bailes populares.

Para entonces Caracas era una ciudad que contaba con un nutrido calendario de fiestas religiosas, cada una de las cuales estaba precedida de una novena, y seguida por una octava. De allí surgió la vieja costumbre de celebrar la octavita del Carnaval. Toda vez que finalizaban los actos litúrgicos, la población se dedicaba a celebrar públicamente y por varios días, con fuegos artificiales, música, bailes, comida y bebidas.

El recién llegado obispo optó por sustituir los tres días de Carnaval, calificados por él como fiestas pecaminosas, por tres días de rosario y procesiones, lo cual duró hasta su muerte. La siguiente referencia fue el período Guzmancista, cuando en febrero de 1873, el presidente Antonio Guzmán Blanco propone sustituir los bárbaros juegos por diversiones dignas, propias de una ciudad civilizada.

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Coello se apoyó en imágenes del primer carnaval del siglo XX (1901), extraídas del diario “El Universal” y del “Cojo Ilustrado”, publicaciones que se encuentran en la Hemeroteca Nacional, para mostrar el cambio que a partir de allí tuvieron los carnavales, donde la gente comenzó a adornar los balcones con flores y banderas, se realizaban bailes para niños y otros para adultos, y en lugar de agua se lanzaban flores, cintas, papelillos, dulces y perfumes a los transeúntes.

Otro hito destacado por Carlos Coello durante su ponencia, fue la elección de la primera reina de carnaval en la Universidad Central de Venezuela en 1928, Beatriz Peña, conocida como Beatriz I, cuyo primer mandato fue que los estudiantes, muchos de los cuales integraron la famosa generación del 28, debían utilizar una boina azul, mencionada en el himno de la UCV y usada hasta hoy por la población ucevista.

La ponencia finalizó con el relato del surgimiento de las grandes orquestas entre finales de la década de 1930 al 1950, la proliferación de clubes, bares y lugares nocturnos, época en la que Venezuela ostentó los mejores carnavales latinos, financiados con la ayuda del Estado, hasta 1974, año en que Diego Arria como gobernador de Caracas se negó a financiar el carnaval, existiendo tantas necesidades perentorias.

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