“Lo importante no es lo que se es, sino lo que se hace”, Jean Paul Sartre

21 junio, 2018

Era bizco, feo y bajito, y fue el genio que dio forma al existencialismo filosófico que más auge tuvo durante el siglo XX

Texto: Lisayde Santamaría/ Fotos: Adianez Gutiérrez/ Prensa IABNSB 19/06/2018

Sartre era un niño parisiense de hermosos rizos amarillos, nacido en el año 1905. Su madre se llamaba Anne-Marie Schweitzer, y según palabras de nuestro protagonista, era una mujer dulce que le enseñó a su hijo la ternura. Su padre fue un marino mercante que murió cuando el niño apenas había alcanzado el primer año de edad. Creció en un ambiente burgués e intelectual que definiría su obra futura igual que la marcó la relación que tuvo con su propio cuerpo durante muchos años.

En efecto, esa mata de pelo ondulante y dorada que enmarcaba su rostro estaba allí para ocultar un defecto que su madre a toda costa trataba de evitar que fuera visto por los demás: el niño era estrábico; su ojo derecho se desviaba peligrosamente hacia afuera.

Pero un día su abuelo Charles Schweitzer, cansado de la imagen femenina que irradiaba el niño con tan espléndida cabellera, lo llevó en secreto a la peluquería y le mandó a cortar el cabello. Los rizos cayeron uno a uno, y dejaron en evidencia el desperfecto que tan celosamente había guardado su madre. Cuando llegaron a casa la pobre Anne-Marie rompió en llanto, y de esta manera supo el pequeño Sartre que era feo.

Esta anécdota definió la relación que tuvo con su cuerpo durante toda su vida, cosa que no dejó de comentar jamás en sus escritos. Afortunadamente la inseguridad en sí mismo producto de esta circunstancia, la superó gracias a la amistad que establecería años después con Paul Nizan, quien con los años se convertiría en filósofo igual que él, y a quien conoció en 1915 en el Liceo Henri-IV de París.

Dos años después, gracias al matrimonio de su madre con Joseph Mancy, se traslada a La Rochelle, donde continúa sus estudios en el liceo del mismo nombre, hasta que en 1920 regresa a París y los culmina en el mismo lugar donde los había comenzado.

Para 1924 ingresa en la École Normale Supérieure, un centro educativo considerado de élite; allí estudia filosofía junto con Raymond Aron, Paul Nizan, Simone de Beauvoir y Maurice Merleau-Ponty. Finalmente consigue el doctorado a los 24 años (1929) y se convierte en el compañero sentimental y de ideas de Simone de Beauvoir, su gran amor para el resto de sus días. En este punto vale la pena acotar que aunque era “feo, bajito y bizco”, como el mismo se describía, nuestro filósofo tuvo muchas amoríos durante su vida, pues era un hombre brillante de conversación amena y fluida, muy seguro de sí mismo, cosa que le granjeaba la admiración de las féminas.

Luego de cumplir el servicio militar, empezó en el año 1931 a ejercer como profesor de filosofía en  el liceo de Havre, y en 1933 gana una beca para ir a Alemania a continuar sus estudios. Allí se empapa de la fenomenología de Husserl, corriente filosófica de la que está fuertemente influenciada su obra.

Al estallar la Segunda Guerra Mundial se alistó como soldado y llegó a ser prisionero de los alemanes durante casi un año. Según él mismo contaría tiempo después, no dejó sus escritos filosóficos durante el tiempo que estuvo de rehén, apuntando sus ideas en un cuaderno que utilizaba para ese fin.

Después de estos acontecimientos regresa a Francia y retorna a su posición de profesor de filosofía en el liceo Condorcet. Es por estas fechas cuando comienza su producción literaria y filosófica.

La producción intelectual de Sartre

Sartre dedicó su vida al estudio filosófico, a la literatura y al activismo político, todos ellos íntimamente relacionados.

Su obra estuvo fuertemente influenciada por la ontología del ser de Martin Heidegger y la fenomenología de Edmund Husserl; también se nutrió de los conceptos de Marx.

En el caso de la filosofía, su obra está enmarcada en tres períodos: el primero llamado “fenomenológico”, en la que valiéndose de los conceptos de Husserl, busca explicar los problemas apelando a la experiencia evidente, distinguiéndose de este último en que Sartre discurre sobre la naturaleza de la conciencia. Producto de este período es su obra “Lo imaginario” de 1940, cuyo contenido se puede revisar en el Instituto Autónomo Biblioteca Nacional y de Servicios de Bibliotecas (IABNSB) bajo la cota 128.3 S941.

El segundo período de Sartre es conocido como el “existencialista”, donde publica “El ser y la nada” (1943) (IABNSB/ cota: 142.78 S251s), su obra filosófica más conocida y con la que pasa a ser considerado el mayor representante del existencialismo ateo.

En esta filosofía, el hombre es visto como ser individual, no como generalidad de la especie humana.

El hombre “está condenado a ser libre” y es completamente responsable de sus acciones, que lo definen. Antepone la existencia a la esencia, ya que esta última se va definiendo en la medida en la que el hombre actúa o deja de actuar, en su toma de decisiones. El individuo se diferencia de la cosa en que es consciente de sí mismo.

La existencia humana es conciencia del mundo y conciencia de sí. De ahí que a su existencialismo le importa sobre todo el fenómeno, pues la intencionalidad de la conciencia está siempre referida a algo, a una cosa, y a través de esta manifestación, o acción, es que se presenta y se hace patente.

El tercer período es conocido como el “marxista”, y fue un giro que Sartre dio desde el existencialismo al marxismo, pues consideraba que su filosofía expresada en “El ser y la nada” no permitía construir la moral que se necesitaba en su época, declarando al marxismo como la “filosofía insuperable de su tiempo”. Sin embargo no abandona por completo su postura existencialista, sino que se detiene a observar aquellos países en que tal ideología se afianzó como forma de poder político, sin escatimar las críticas a aquellos regímenes totalitarios que chocaban con su concepción existencialista del ser humano como individuo libre.

El existencialismo de Sartre es calificado como negativo porque considera al ser humano como una pasión inútil, que no tiene ninguna dirección a la que dirigirse, pero es precisamente este no tener a donde ir, esta nada absoluta, de donde nace su libertad de acción, y en la medida en que ejecuta esta libertad de actuar es que va configurando su esencia, y con ello la realidad toda y a sí mismo en su totalidad.

En cuanto a la literatura, Sartre opinaba  que comenzaba ahí donde la filosofía se detenía, pues era la mejor manera de mostrar la individualidad del ser con palabras propias del sí mismo y su existencia, y llegado a este punto la literatura no era solo una representación del mundo, sino un estímulo a la acción crítica del sí mismo; la literatura según Sartre debe comprender y describir al hombre en el mundo y su infinita red de relaciones, plasmando tres elementos: el hombre, su vinculación con el mundo, y la toma de conciencia de su existencia y posteriormente de su esencia, la cual se va configurando en la misma medida en que se va existiendo.

En cuanto a la política, Sartre tendía a reducirla a la mera conducta del sujeto, desestimando la macro estructura de la misma. Así mismo consideraba que la responsabilidad de la cosa pública no era exclusiva de los políticos, sino que el individuo por medio de sus actos la iba reconfigurando en cada paso. El ejercicio de su libertad se encargaba de esto.

Fue uno de los primeros europeos en exigir la independencia inmediata de los países colonizados, acción trascendental, ya que los izquierdistas de ese continente se mostraban reticentes en este punto porque iba en contra de sus propios intereses.

Trató de intervenir en la política francesa de su época, inspirado en las ideas revolucionarias de los marxistas, pero sin compartir la orientación clásica del partido comunista, y acercándose más bien a la idea del socialismo democrático.

En general, sus ideas políticas oscilaban entre su afinidad con el término proletariado, su descorazonamiento por el hecho de que su idea sobre la autoconcienciano coincidiera con la realidad, y la molestia que le causaba el burocratismo disfrazado de teoría.

Finalmente se puede decir a este respecto, que aunque nunca estuvo comprometido con ningún partido político de izquierda en específico, sí lo estuvo con los ideales revolucionarios de democracia y libertad.

  Jean Paul Sartre murió producto de una enfermedad, a los 74 años de edad. El féretro fue acompañado hasta su última morada en el cementerio de Montparnasse por unas veinte mil personas.

Gran parte de sus obras filosóficas y mucha de su producción literaria se encuentra a disposición de los interesados tras los muros del IABNSB; como siempre la invitación es a visitar los espacios de la misma y cultivarse con los miles de contenidos impresos, gráficos, audiovisuales y demás, que se encuentran resguardados en dicha entidad.

En este caso la promoción es para la obra del ilustre Jean Paul Sartre, con la intención de que aquél que se adentre en la misma conciba la realidad de otra manera y expanda sus conocimientos sobre sí mismo y el mundo de manera superlativa.

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