Antonio José de Sucre: El tortuoso camino de un patriota

9 febrero, 2017

I PARTE de II

La vida del Gran Mariscal de Ayacucho estuvo signada por la tragedia

Texto: Renny Marrero / Foto: Adianez Gutiérrez / Prensa IABNySB

«Usted está llamado a los más altos destinos, y yo preveo que usted es el rival de mi Gloria». Simón Bolívar

Especial Febrero Rebelde

En nuestra historia Patria, despuntan nombres de hombres y mujeres que ofrendando su vida al ideal libertario, rompieron el sello de su tiempo histórico para pasar a la gloria en nuestra memoria, sus vidas que hoy se nos presentan como gloriosas epopeyas estuvieron signadas por la tragedia, la traición y la desgarradora sombra de la muerte, que una y otra vez se cernió sobre ellos, arrancando de su lado de manera violenta e intempestiva a sus seres más queridos, sus labios bebieron la miel de la victoria y el reconocimiento, pero también libaron en cáliz de amargura, llevándoles a la altura de la gloria para hacerles caer luego al fango del oprobio y la maledicencia de la saña falaz del enemigo; tal vez sea eso, sino el fatídico que el destino le depara al genio…

Basta con recordar la vida de Nuestro Padre Libertador, huérfano de padre y madre, antes de llegar siquiera a la adolescencia y viudo sin llegar aún a la madurez, hombre de las dificultades se llamó asimismo y lo fue, afrontando traiciones y padeciendo miserables conspiraciones para ir a morir en el exilio, después de ser el General victorioso y Padre de la Libertad de nuestro continente.

Otro personaje ilustre de nuestra epopeya independentista y al que también podríamos atribuirle el título de hombre de las dificultades, fue Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá, a quien conocerá la historia como »El Gran Mariscal de Ayacucho», quien fuera traído al mundo el 3 de febrero de 1795 en Cumaná, Capitanía General de Venezuela, en el seno del matrimonio del Coronel Don Vicente Sucre Urbaneja y Doña María Manuela Alcalá, amilia acomodada de tradición militar y patriota, su padre fue uno de los primeros realistas en desertar y unirse al movimiento de independencia.

No sólo el ser tocayos, el nombre en común de sus padres y el fervor por la libertad nuestroamericana le igualarían con Bolívar, también la vida del Gran Mariscal, estuvo signada por la tragedia, y al igual que Simón José Antonio, no por ello, retrocedió un ápice en la lucha independentista!

Al igual que Bolívar, quedó huérfano a muy temprana edad, su madre muere cuando apenas contaba con 7 años, en 1809 se integra como Cadete de la compañía de Húsares Nobles de Fernando Séptimo, luego de haber sido enviado a Caracas para iniciar estudios de ingeniería militar, en el mundo castrense estuvo bajo las ordenes de otros grandes como Francisco de Miranda, Mariño, Piar y Bermúdez.

Sus éxitos militares le fueron granjeando el camino hacia la gloria y hacia la tragedia, en 1822 es nombrado Jefe del ejército de Colombia, donde logra la independencia de las provincias de Ecuador en las batallas de Río Bamba y Pichincha.

Político, diplomático, estadista y militar este prócer de la Independencia americana, inició su carrera militar a muy temprana edad, sus victorias y liderazgo lo llevaron a ser el segundo presidente de Bolivia, cargo que ejerció desde el 29 de diciembre de 1825 hasta el 18 de abril de 1828. También destacó como Gobernador del Perú, General en Jefe del Ejército de la Gran Colombia, Comandante del Ejército del Sur y Gran Mariscal de Ayacucho, obteniendo las más arrolladoras victorias de la Campaña del Sur entre ellas Riobamba y Ayacucho.

Bolívar era 12 años mayor que Sucre, cuando se conocieron en 1813 en la Victoria. Sucre contaba entonces con 20 años y peleaba al lado del General Santiago Mariño, Libertador de Oriente.

Bolívar y Sucre se hacen grandes amigos y guerreros muy leales y unidos, al calor de los sucesos de la Tercera República, iniciada con la Campaña de Guayana en 1817. Ese año, llegó Sucre a Angostura para ponerse a las órdenes del Libertador y asumir el comando del Bajo Orinoco.

Antes de este encuentro, Sucre había vivido la increíble peripecia de alcanzar a nado la costa de Venezuela, tras naufragar la piragua que siguiendo la expedición de Los Cayos, lo traía desde la Isla de Trinidad. En esa ocasión, todos los ocupantes de la frágil embarcación perecieron ahogados, menos el joven Antonio José, quien logró aferrarse a un baúl hasta alcanzar la costa de Güiria, todo desfallecido y hambriento.

Los gigantes del Sur, como bien podríamos llamarle, desarrollaron un nexo de respeto y amistad que rozó la hermandad y despertó los celos de los enemigos del Libertador, este nunca dudó en dar reconocimiento a Sucre y en 1825 redactó y publicó, «Resumen Sucinto de la Vida del General Sucre», único trabajo en su género, realizado por el Padre de la Patria, en el que no escatimó elogios ante la hazaña culminante de su fiel amigo y lugarteniente: «La batalla de Ayacucho es la cumbre de la gloria americana, y la obra del general Sucre. La disposición de ella ha sido perfecta, y su ejecución divina». Las generaciones venideras esperan la victoria de Ayacucho para bendecirla y contemplarla sentada en el trono de la libertad, dictando a los americanos el ejercicio de sus derechos, y el imperio sagrado de la naturaleza».

A su vez Sucre correspondía al afecto del Libertador y se lo hacía saber con actos de respeto y lealtad, para la posteridad, queda demostrada su amistad hacia el General Bolívar, plasmada en epístola fechada el 8 de mayo de 1830, año en que ambos pasarían a la eternidad de los héroes trágicos, sin perder un instante su grandeza, la carta rezaba: “Más no son palabras las que pueden explicar los sentimientos de mi alma respecto a usted, usted los conoce, pues me conoce mucho tiempo y sabe que no es su poder, sino su amistad la que me ha inspirado el más tierno afecto a su persona. Lo conservaré, cualquiera que sea la suerte, que nos quepa”

Con aquello de »rival de mi gloria», el Libertador no dejaba ver rasgo alguno de celo político por Sucre, sino que, le reconocía en base a los méritos del Gran Mariscal como su posible sucesor político frente al destino de la Gran Colombia. También lo sabían sus enemigos, quienes una vez fueron acorralando con argucias y componendas a Bolívar y enterados de su lastimero estado de salud, decidieron cobardemente sacar del camino a su heredero. Así fue, como tres balazos traicioneros dos en la cabeza y uno que le traspasó el corazón, acabaron con la vida del joven Sucre, que para la fecha apenas contaba con 35 años de edad, el nefando crimen se perpetró el 4 de junio de 1830 en las Montañas de Berruecos, Colombia.

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