Lisandro Alvarado, un sabio venezolano nacido en El Tocuyo

19 septiembre, 2017

Buena parte del legado escrito por este filántropo se encuentra en la Biblioteca Nacional

«Sabio de gran sencillez adusta, que ironizaba sonriendo como Sócrates

y filosofaba dudando como Descartes»

Texto: Jufany Toledo / Fotos: Yusneidi Yagua

A 159 años de su nacimiento, Venezuela no olvida a uno de sus hijos más talentoso, espléndido en virtudes y conocimientos. Un sabio por naturaleza, que además de sus obras nos legó ejemplos de trabajo, vocación de servicio, amor por la patria y grandes valores como la amistad y la solidaridad. Nos referimos a don Lisandro Alvarado Marchena, médico, ecologista, lingüista, político, historiador, etnólogo y políglota, que nació en El Tocuyo, estado Lara, el 19 de septiembre de 1858.

Sus deseos de estudiar, investigar y formarse como científico y hombre de bien, superaron con creces sus limitaciones y origen humilde; de tal manera que logró forjar para sí una sólida formación académica e intelectual, que se inició en el colegio “La Concordia” de su pueblo natal, en el que comenzó a tener sus primeros contactos con los clásicos de la literatura, los grandes pensadores y filósofos de la humanidad, obteniendo el título de bachiller en filosofía, aún cuando su vocación y aspiración era graduarse de médico; por lo que seguidamente obtuvo su título de bachiller integral en el colegio Nacional de Trujillo; y de allí, con sus escasos recursos se traslada a la capital en pos de sus sueños.

En 1978 ingresó a la universidad de Caracas, actual universidad Central de Venezuela, en la que además de graduarse como doctor en medicina, cursó estudios de agrimensor (arte de medir la tierra), derecho canónico y derecho romano, cultivándose además en lengua, literatura, botánica, zoología, cálculo, historia universal y el estudio de varias lenguas lo llevaron a convertirse también en un políglota que hablaba y escribía en inglés, alemán, francés, italiano, latín, griego, hebreo, árabe y hasta chino pekinés; y a partir de su convivencia en los pueblos originarios, aprendió a comunicarse también en lenguas indígenas.

Hurgar en la vida de don Lisandro Alvarado, es encontrarse con un verdadero filántropo, al que ni su vasta sabiduría ni los altos cargos que llegó a ostentar, mermaron su amor por la tierra, por la gente, por la flora y la fauna de su país. Con gran humildad recorrió Venezuela a pie, en burro, caballo, canoa o cualquier medio de transporte, con la finalidad de conocer en su propio contexto a la gente, su modo de hablar y de pensar, la geografía, consultar los archivos locales y realizar sus apuntes y estudios etnográficos, por lo que solía ser confundido con un campesino más, sobre el cual se tejían toda suerte de leyendas.

Manteniendo siempre esa gran sencillez, Lisandro Alvarado llegó a desempeñar disímiles oficios como el de boticario, médico de Ospino, Guanare, Tinaco, San Fernando de Apure, secretario general de gobierno en Barinas, superintendente de Instrucción Pública en Lara y Cojedes, rector del colegio Federal de Barquisimeto y diversos cargos políticos y diplomáticos. Fue masón en Grado 30° y por sus invalorables conocimientos fue incorporado como Individuo de Número de las Academias de Medicina, de la Lengua y de Historia de Venezuela y miembro Honorario de la Sociedad de Americanistas, de París.

Sus numerosos viajes e investigaciones, sus arduos estudios y su contacto con la gente, le permitieron ganarse la amistad y el reconocimiento de grandes intelectuales y personajes de su época, como Cecilio Acosta y el apóstol de la revolución cubana, José Martí. A lo largo de la historia, muchos escritores han elogiado su gran sabiduría, su genialidad, su talento para investigar e interpretar la historia y su capacidad de análisis, producto de lo cual nos dejó una gran obra documental, que en su mayoría se encuentra disponible en la Biblioteca Nacional.

Sus interesantes investigaciones versan sobre las diversas ciencias que estudió, tales como: Hematuria química, Contribución al estudio de la fiebre hematúrica, Los delitos políticos de la Historia de Venezuela, Anotaciones sobre flora y fauna de Venezuela, un Catálogo de maderas venezolanas, Observaciones sobre la Revolución de 1810 en Venezuela, Carta a Leopoldo Landaeta, La poesía lírica en Venezuela en el último tercio del Siglo XIX, El Movimiento Igualitario en Venezuela, Historia de la Revolución Federal en Venezuela, Datos Etnográficos de Venezuela y Comentarios sobre la Historia Constitucional en Venezuela.

Alvarado también escribió estudios sobre la Neurosis de hombres célebres de Venezuela (1893) y Sobre las guerras civiles del país (1894) y publicó una serie de trabajos relacionados con la lingüística y la lexicografía, el primero de ellos fue Ideas sobre la evolución del español en Venezuela (1903), al que siguieron Glosario de voces indígenas en Venezuela (1921), Alteraciones fonéticas del español en Venezuela (1922) y Glosario del bajo español en Venezuela (1929). A partir de 1958, sus escritos fueron reunidos en 8 volúmenes titulados Obras Completas.

Al referirse a su erudición, el no menos erudito José Gil Fortoul, dijo en una ocasión: «Sabio de gran sencillez adusta, que ironizaba sonriendo como Sócrates y filosofaba dudando como Descartes». Y es que además de todo lo escrito por él, don Lisandro Alvarado tradujo del latín “Natura Rerum” de Lucrecio y del francés, siete de los trece tomos de Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Mundo de Alejandro de Humboldt y Aime Bompland, mientras que Eduardo Röhl y José Nucete Sardi tradujeron los otros seis tomos de la obra original; editados inicialmente por la Biblioteca Nacional de Cultura y posteriormente recogida en una edición popular de cinco tomos, a cargo de Monte Avila Editores.

En lo personal, de su unión con Amalia Rosa Acosta Zúñiga procreó una numerosa familia. El Estado venezolano, agradecido con todo su legado, colocó su nombre a diversas calles, avenidas, un museo y una universidad. El 10 de abril de 1929, víctima de un ataque de hemiplejia, en la ciudad de Valencia, estado Carabobo, falleció don Lisandro Alvarado a la edad de 71 años. Desde el 14 de mayo de 1980 sus restos reposan en el Panteón Nacional, junto a los grandes hombres y mujeres de la patria.

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